Desde que tengo uso de razón he dibujado ciudades. Es algo que sin tener una razón aparente he ido haciendo durante años y años. Siempre me ha parecido maravilloso diseñar dónde vivía la gente, cómo se movían, dar vida a cada ventana.
Para esta serie de dos ciudades, utilicé cuatro planchas de linóleo, una tinta azul y un papel de 70×100, todo ello para dar vida a los siempre inquietos ciudadanos de estas mágicas poblaciones.